Vierte el litro de leche en una olla grande y caliéntala a fuego medio. Si tienes un termómetro de cocina, asegúrate de que alcance unos 85°C (185°F). Si no, caliéntala hasta que veas las primeras burbujas, justo antes de hervir.

Retira la olla del fuego y añade el vinagre o el jugo de limón. Remueve suavemente unas pocas veces. Notarás cómo la leche comienza a separarse en cuajada (partes sólidas) y suero (líquido).

Permite que la mezcla repose durante 10 minutos para que la cuajada se forme completamente.

Coloca una gasa o un paño para queso sobre un colador y vierte la mezcla. Deja que el suero se drene durante unos minutos.

Una vez que la mayor parte del suero se haya drenado, añade sal a la cuajada y mézclala suavemente.

Junta las esquinas de la gasa y gíralas para formar un pequeño paquete. Presiona suavemente para eliminar más suero. Cuanto más lo escurras, más firme será el queso.

Coloca el queso, aún en la gasa, en un plato y refrigéralo durante al menos unas horas. Si deseas un queso más compacto, coloca un peso encima.